Tierra, agua, aire: fuego
Reciente informes aclaran las razones de la agresión a la vida de los pueblos latinoamericanos.
El más completo es el “Informe 2018” del Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS), “Acceso a la tierra y territorio en Sudamérica” (https://bit.ly/38xVaC7), cerrado en mayo de 2019 y publicado en mayo de 2020.
En 351 páginas, actualiza las luchas en curso por la tierra y el territorio en nueve países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú e Uruguay.
En español – salvo el el capítulo Brasil en portugués – es un instrumento precioso para quienquiera se interese a esta región del mundo.
Lo uso como punto de partida para algunas reflexiones.
1.- Normalmente, los progresistas en Europa y también, lo que es más grave, en América Latina, presentan las graves amenazas a la sobrevivencia de los pueblos originarios, presentes en casi todos estos países, como consecuencia de la maldad e incompetencia de los gobiernos.
No entiendo negar ni la una ni la otra: son gobiernos frecuentemente perversos y muy seguido incompetentes. Basta recordar Piñera y Bolsonaro, más dañinos para sus respectivos pueblos del corona virus.
- Para los amantes latinoamericanos y europeos del tríptico eficiencia, eficacia y mérito, el problema se resuelve cambiando gobierno.
“Porque esta vez no se trata de cambiar un Presidente. Será el pueblo quien construya un Chile bien diferente”, cantabamos durante la campaña presidencial chilena en 1970. Lo recuerdo como pequeño homenaje a Salvador Allende, el compañero presidente que habría estado de cumpleaños el 26 de junio (1908).
En general, cambiar gobierno no es una receta de fácil aplicación. Pero si no se quiere cambiar sólo un presidente sino construir juntos un país diferente, es una tarea casi titánica en una región del mundo caracterizada por frecuentes intervenciones militares y golpes de Estado.
3.- Para la hinchada de los muchachos sin ritmo amantes de la autoafirmación, en América Latina los golpes de Estado no están más de moda.
En Bolivia 2019, por ejemplo, no habiéndose visto tanques por la calle, según ellos el arribo al gobierno de los “racistas del ave María” sería producto de motivaciones constitucionales, jurisprudenciales y espirituales. Yo diría por lo menos de amiguismo/complicidad, defensa de clase/racismo, espiritismo.
No uso el término espiritismo ni por caso ni por maledicencia. Es que la interpretación de la hinchada me recuerda mucho una novela del colectivo de autores italiano Wu Ming publicada en 2014: “L’armata dei sonnambuli” (“El ejército de los sonámbulos”):
“1794. Paris tiene sólo noches sin luna. Marat, Robespierre y Saint-Just están muertos, pero hay quien jura de haberlos visto en el hospital de Bicétre. Un hombre enmascarado se mueve por los techos: es el Mataincreíbles, héroe de los barrios populares, defensor de la chusma revolucionaria, ayer temida y hoy día humillada, aplastada por un nuevo poder. Dicen que es un italiano.
Hordas de extraños hombres repletan las calles, pintadas enigmáticas aparecen en los muros y una fuerza invisible condiciona los destinos, en la ciudad y en los remotos bosques de Alvernia. Algunos la llaman «Fluido», otros «Voluntad». Mire mijito: un día toda esta contrarevolución será tuya.
Pero es mejor comenzar desde el inicio. Mejor aún: partir del día en que Luis Capeto encontró la señora Guillottina”.
Una novela bien escrita hace volar, pero es peligroso confundirla con la realidad.
No vuelo sino vuelvo entonces al significado que atribuyó al espiritismo el fundador de la doctrina, Allan Kardec, en 1857:
“Una serie de fenómenos atribuibles a inteligencias incorpóreas (espíritus) con las cuales se comunica gracias a la intervención de un medium, una persona con particulares dotes que hace de mediador entre espíritus y vivientes durante la denominada sesión espiritistica” (“L’Evangile selon le spiritisme”, El Evangelio según los espiritistas).
Entre mis tantos límites se cuenta una escasa comprensión del espiritismo. Porque me siento más cómodo en mi modesta esquina de observador de la realidad y porque debatir con la hinchada no hace parte de mis intereses, cierro esta extemporánea paréntesis limitándome a anotar que:
- No era la primera vez que dichas diferencias formales no se presentaban.
Por ejemplo, tampoco en las calles de Ciudad de Guatemala y de Buenos Aires se vieron tanques en los golpes de Estado contra Arbenz y Perón en 1954 y en 1956. - Que tales diferencias formales no alteran la cuestión esencial: el uso de la fuerza armada para derrocar un gobierno legítimo.
Para eliminar todo equívoco aclaro que “legítimo” significa gobierno legítimo, no gobierno amigo, preferido, reformista, constituido por superhéroes dotados de poderes mágicos o por los caballeros de la mesa redonda del rey Arturo en Camelot. - Que dichas diferencias formales no han evitado la violencia del racismo y de las discriminaciones sucesivas.
- Que ni siquiera estas diferencias formales estarán aseguradas si la legítima rebelión de la población logrará poner en discusión il gobierno de la medium Jeanine Áñez.
A quien quier verificar, sugiero observar los tentativos en curso de entrega del litio y del gas a los amigos gringos, los malabarismos en curso sobre las elecciones (el último es que, afirman “fuentes calificadas” del gobierno golpista, podría haber otro golpe en ciernes, obviamente para evitar las elecciones), las declaraciones del ministro del interior acerca de la necesidad de limpiar la administración pública y otras exquisitas y delicadas declaraciones y actos facilmente consultables.
Porque la discusión sobre el espiritismo de los golpistas me parece un chacoteo tan significativo como los que vierten sobre el sexo de los ángeles o sobre si viene antes el huevo o la gallina, paso a cuestiones más serias.
4.- El tríptico eficiencia – eficacia – mérito es, en América Latina, aún menos adecuado de cuanto lo sea en países como Italia.
La muy difundida incompetencia de los gobiernos está lejos de ser una típica y exclusiva característica Latinoamericana.
La perversión es un comportamiento humano fuente de sufrimiento moral o físico producto de la ausencia de principios morales, de bondad, de caridad o de afecto natural por el entorno y por los entes que en él figuran, pero evocarla como causa fundante sin contextualizarla equivale a nombrar la soga en casa del ahorcado.
Y existen los derechos colectivos. Quiero exagerar:
“¿Quién mató Férnan Gómez?” “Fuente ovejuna señor”.
Se recordará que en la historia homónima escrita por Lope de Vega en el siglo XV, habiendo la entera Fuente ovejuna confesado ser el matador, verificada la consecuente imposibilidad de identificar el culpable e informado de los abusos del comendador, el rey decretaba la absolución de toda la población.
5.- La violencia contra los pueblos no deriva de la ausencia o debilidad formal de las normas, la anomía descrita por Emile Durkheim en “La división social del trabajo” (“La division social du travail, 1893).
No depende de cuestiones eticas ni de las incapacidades reales de las clases dirigentes. Exactamente al contrario.
En esta fase y en esta comarca del mundo, la violencia contra los pueblos se relaciona estrechamente con la principal aspiración del capital: apoderarse de las tierras y del agua de los pueblos originarios, de los negros, de los campesinos y de los mestizos de América.
En un cierto sentido se trata de más de lo mismo: lo hacen desde hace más de 500 años.
Pero hay una diferencia cualitativa: esta vez vienen por todo.
“Todo” significa exactamente eso: Todo.
No quieren sólo la tierra y el agua. En esta fase, el “insaciable hambre neoliberista” incluye glaciares, mares, rios, minerales, aire, poblaciones y un largo etcetera siempre abierto a nuevas inclusiones.