Allende 1970-2021. Diario bastardo y confuso. 14 de septiembre de 2021

Allende 1970-2021. Diario bastardo y confuso. 14 de septiembre de 2021

Jack el Destripador

Pienso sea bastante común entre los chilenos que la masacre de nuestras personas queridas haya iniciado en septiembre del ’73. Y que sea igualmente común que, desde entonces, los últimos meses del año se pueblen frecuentemente de recuerdos obscuros.

Para estas muertes no habrá pena u olvido.

Pero no son nuestros únicos muertos. Al menos en esto somos humanos.

Los grandes medios de información justifican todos los fines, santifican incluso aquellos objetivamente injustificables.

Qué se necesita para poder matar -supongamos- un millón de personas?

Hacer que todo lo que hacemos parezca un signo evidente de nuestra superioridad.

Pero para poder alcanzar la justificación plena, antes se deben acumular riqueza, armas y poder; se debe aparecer mucca veces en los diarios y en TV y hacer compariciones en las grandes fiestas y festividades; previa fuga de noticias, se debe distribuir generosamente el óbolo de la propia riqueza a socios y discípulos…

Todo ello hasta cuando parecerán ser la marca de origen controlado (DOC) de nuestra superioridad.

En 1973 matar una sola persona con le propias manos era condenable. Lo es también en 2021.

El código penal no lo especifica, pero lo es sólo porque requiere el contacto inmediato con la víctima y es poco eficaz.

Quiero decir que para aumentar la eficacia mortal se debe aumentar la distancia física aunque, claro está, lo que vuelve noble o digno el asesinato no es la distancia sino la superioridad moral, la superior moralidad.

Para matar una persona es necesario acercarse.

Para matar mil hay que alejarse (mejor aún, volar).

Los medios, que son mediaciones, incrementan la distancia y el número de víctimas. Son discretos y elegantes (el carnicero no se ve).

Gracias a los grandes medios de destrucción el asesino multiplica los muertos y se aleja de los cadáveres.

Llamándolo carnicero revelo cuanto soy mi inadecuado. No se le llama carnicero o asesino sino, “rey”, “general”, “presidente” o “empresario”.

En el ranking de los 10 mayores benefactores de la historia Jack el destripador no aparece.

Tampoco aparece entre los primeros 100 ni entre los 100.000 “maitres à penser”.

Tampoco está entre los 10 mayores asesinos de la historia, ni entre los 1.000 y ni siquiera entre los 100.000 asesinos maopres.

Si se comparan las dos listas, “Grandes Benefactores” y “Grandes Asesinos”, buena parte de los nombres coincide: limitándonos a nuestra contemporaneidad, Truman, Churchill, Ben Gurion, Kissinger, Nixon, Bush …  ocupan los primeros puestos en ambas.

Cierto, Hitler, Stalin o Saddam aparecen sólo en una de las dos listas, pero sólo porque perdieron.

Jack el Destripador no aparece en ninguna de las dos listas porque mató poca gente y con medios muy pobres, de cerca y con escasos resultados.

Dicho en términos adecuados, era poco eficaz y aún menos eficiente.

Así, es difícil hacerse respetar. Se puede asustar muchos niños, mujeres y hombres, pero no se conquistan millones de votantes, no se domina decenas de gobiernos, no se obtiene el Premio Nobel por la Paz …

La obra del artesano Jack el Destripador fue un fracaso. Ha matado mucho menos de los otros asesinos de este mundo, y precisamente por esto es mucho más perseguido y despreciado, menos aplaudido y admirado.

Su parábola demuestra que en nuestros días para ser grandes criminales se debe poder llevar a cabo ejecuciones de masa alardeándose sólo a distancia.

En el Cile de Pinochet y en decenas de otros lugares, entre las pequeñas víctimas potenciales -admiradores de reyes y satrapas, devotos seguidores de bodas reales, secuaces del primero obedecer y después eventualmente pensar e incluso entre los ya escasos fieles a la línea- no creo faltasen los que habrían preferido cruzar en su camino un guapo al cual culpar de las propias desgracias en vez de recurrir al destino cínico y tramposo, la multinacional de turno, el amianto o el ministro especializado en recalificaciones nucleares.

Así tendrían, pensaban, derecho a un nombre y a un apellido en la propia cruz. Creo que era una ilusión.

Diversamente de Neruda, nunca me dieron ganas de matar un peluquero con las tijeras verdes pero, como portador insano de las perversiones innatas en los bárbaros, me imaginé un canto de agradecimiento a Jack de parte de sus víctimas potenciales.

Queremos que nos maten, con humanas cuchilladas, las manos refinadas, del buen Descuartador.

Ni tropas imperiales, ni bombas de racimo, ni uranio empobrecido, ni el vil torturador.

Tampoco la hipoteca, ni el aire envenenado, ni el fármaco negado, ni el cerdo explotador.

Ni el Fondo Monetario, ni Roche ni la Monsanto, ni el servicio a los bancos, ni el bárbaro inversor.

Estribillo:

Queremos que nos maten, con humanas cuchilladas, las manos refinadas, del buen Descuartador.

Gracias Jack, nos has salvado del gobierno y de la OTAN, del licenciamiento y del precariado,

de la maquila y del amianto, del transgénico y del banco, de la Bayer y del Pentágono, del misil, del mercado y del cáncer al pulmón.

Estribillo

Rodrigo Andrea Rivas

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