Salvador Allende 1970-2021 Diario confuso y bastardo VIII
10 de septiembre, atardecer, 11 de septiembre de 1973
Noche del 10 de septiembre de 1973
Al palacio de la Moneda, a las 21,00 horas, Allende reune los secretarios generales y los secretarios regionales de Santiago de los partidos de la Unidad Popular.
Comunica que el día dopo, 11 de septiembre, se dirigirá al País para anunciar un plebiscito con la siguente pregunta: ¿Quieren que el gobierno continue hasta el vencimiento de su mandato o prefieren llamar inmediatamente a nuevas elecciones?
Perderemos, pero nos acercaremos al 50%.
Nunca más alguien podrá acusarnos de tentaciones antidemocráticas.
Y repartiremos más fuertes que nunca.
Tomé esta decisión, que no está en discusión, para evitar la guerra civil y/o el golpe.
Y ahora les ruego dejarme solo porque está llegando mi amigo, el general Pinochet, al cual comunicaré esta decisión.
A las 22,00 horas, estaban reunidas todas las direciones políticas de todo nivel. Yo comuniqué a los miembros de mi dirección regional las decisiones del presidente.
Después, tras varios días, volví a casa a dormir, algo triste pero también más tranquilo.
A las 6,30 de la mañana nos despertaron vuelos rasantes y disparos.
Las radios transmitían himnos militares y la primera proclamación de la junta militar exigiendo la rendición del gobierno.
Todavía quedaba un par de radios que transmitían las informaciones del gobierno.
Así supimos que el golpe se había iniciado durante la noche en Valparaíso y que el presidente estaba llegando a la Moneda.
El resto es conocido. Hacia finales de la mañana, después de haber combatido por algunas horas con pocas decenas de sus guardias personales contra el ejército, la aviación y los carabineros, Allende había muerto.
Pero antes nos había regalado su último discurso anunciando que no habría presentado la renuncia y habría muerto, si era necesario, como presidente.
Yo, después de haber quemado agendas y otros documentos, salí a buscar los integrantes de mi dirección para organizar nuestra contribución a la resistencia.
A las 13,00 horas, escuadras de Hawker Hunter bombardeavan la Moneda.
A las 14,00 horas, se hacía efectivo el primer toque de queda de 24 horas.
A las 14,00 horas del 12 de septiembre, cuando el primer toque de queda se suspendio por un par de horas, era -como muchos otros – un clandestino.
En Cile el golpe no tenía como objetivo derrocar un gobierno que se estaba yendo, sino eliminar fisicamente la izquierda chilena.
El imperio, organizador y financiador del golpe, quería recuperar el pleno control de Chile eliminando toda velleidad de trasformación radical en la región.
Chile debía pasar de ejemplo de transformaciones posibles a caleidoscopio de torturas y liberalismos reales.
Después de poco tiempo toda la región estaba ocupada militarmente.
Con tiempos diferenciados según los Países, serán necesarios 20 años para volver a formas de gobierno democráticas aunque siempre bajo vigilancia.
Se podría decir que la ocupación manu militar de America Latina en los Años ’70 expresa el máximo de la potencia militar imperial.
La segunda es que el imperio tenía ya muchas pifias a nivel económico y político.
El 15 de agosto de 1971, el Secretario del Tesoro de los EE.UU., John Connally, había transmitido a los sorprendidos gobiernos europeos -siempre asombrados pero raramente inocentes- el fin de la paridad dólar-oro explicándola con una frase: “The dollar is our currency and your problem” (El dólar es nuestra moneda y vuestro problema).
Explicación más que suficiente, como atestiguan numerosas fotos de grupo, enriquecidas por la exhibición de excelentes dentaduras, y los interminables abrazos entre los presentes.
La comunicación involucraba todos los terrícolas pero pocos comprendieron su importancia.
Muchos entendieron que servía a financiar la guerra de Vietnam sin provocar excesivos déficits públicos ni aumentar los impuestos y, secundariamente, a evitar que se concretara la amenaza de la díscola Francia presedida por el general de Gaulle: cambiar sus dólares por el equivalente en oro, como establecido en los acuerdos de Bretton Woods.
A casi todos nos costó más tiempo comprender la cuestión esencial: desde entonces un dólar vale un dólar sólo de palabra, o sea por la confianza concedida al gobierno de Washington.
Abandonadas la paridad oro-dólar y la obligación de determinar el valor de las monedas en función de las reservas de oro acumuladas por los bancos centrales de cada País, el valor del dinero utilizado en las transacciones comerciales se había hecho absolutamente ficticio.
Siendo la confianza inmaterial, desde ese día el dólar se sostiene sobre la nada. Desprovisto de una base material de referencia, flota en el aire con la levedad de una pompa de jabón, pero sin su gracia.
Con los “eurodólares”, o sea gracias al pacto de acero con los sauditas, la moneda se transformó en la principal exportación de los EE. UU., que acumularon enormes deudas sin tener que responderle a nadie.
Conclusión: en 1973, todo está listo para el neoliberismo. El experimento tendrá inicio precisamente en América Latina. Chile se transformará en el pupilo predilecto.
De Salvador Allende hemos aprendido muchas cosas.
La primera es tratar de no ser un simple espectador del teatro de marionetas, enanos, bailarines, tahures y cantantes en el cual vivimos. No se trata sólo de bajarse de los árboles, sino de participar a la vida en modo contagioso, como soñadores non visionarios porque entre el sueño y la visión hay un abismo que marca la diferencia entre un mundo inventado y la invención del mundo.
La segunda se relaciona con la sentencia socrática en base a la cual una vida sin autoconciencia no merece ser vivida.
Sintiendo tantos años después sus entrevistas, me sorprende notar que, como Sócrates, Salvador Allende afirma que para superarse se debe ser tolerantes y forjar un pensamiento creador, lógico y racional; combatir, en el sentido positivo de la palabra, la irracionalidad, el dogmatismo y la intolerancia; convencerse que, a pesar de todas las evidencias contrarias, el hombre es fundamentalmente un ser racional capaz de conocer, superar y transformar positivamente el ambiente natural en el que se desarrolla su vida.
La insistencia acerca de la necesidad del estudio como característica permanente de vida, que lo acerca a otros pensadores marxistas, demuestra que no consideraba que esta virtud fuese innata sino que, haciendo parte del conocimiento, fuese aprendida.
Sócrates fue condenado a muerte (y se suicidó) porque, según los poderosos de su tiempo, sus ideas corrompían los jóvenes a los que enseñaba doctrinas que propugnaban el desorden social e introducían nuevos dioses que reemplazaban los privadamente confiables de la ciudad.
Allende fue muerto (u obligado al suicidio), por motivaciones no demasiado diversas.
En su “Apología de Sócrates”, Platón cuenta que después de la condena a muerte el maestro se negó a huir, como era normal en ese tiempo, y que -dirigiéndose a jueces, acusadores y discípulos- agregó (cito a memoria): ¡Vamos Atenienses! ¿Pensáis que sería una bella vida la mia, a mi edad, yendome al exilio, vagando siempre de pueblo en pueblo, echado de todas partes? ¿Y por qué excluir que, después de muerto, pueda conversar con Ulises y con París? …
Allende (cito siempre a memoria), dijo: Podrán matarme. Pero no se detienen los procesos sociales con la fuerza. Superarán otros hombres este momento amargo en el se impone la traición … La historia es nuestra, y la hacen los pueblos.
La tercera idea tiene un origen nietzscheano: el sistema de juicios de valor que denominamos moral tiene siempre una estrecha relación con las condiciones de existencia de cada sujeto.
El origen del pensamiento filosófico no es occidental. Sócrates murio en el año 399 a.C. En el año 525 a.C., el discurso de Budha en Benares conocido como “Las cuatro nobles verdades” partía de la búsqueda de respuestas a la angustia de la vida y de la muerte –angustia que según Buda está en el origen de todas las religiones y determina su sobrevivencia– y terminaba quitándole todo fundamento a dicha angustia y transformando la vida en un aprendizaje introvertido a la búsqueda de la virtud y contra el sufrimiento.
Benares, la ciudad del Ganges por antonomasia, se caracteriza por las entradas en el río sagrado de los escalones llamados ghat que entre otras cosas sirven como asientos para observar el espectáculo del río y de la gente, los ritos salutistas, las cremaciones, la vida en sus multiples formas.
Considerar las figuras de cualquier divinidad fundamentalmente una escenografía no impide establecer una profunda comunión espiritual con el río, con el agua, elemento sagrado en sí mismo. Allende agregaba una curiosidad permanente por el elemento tántrico, o sea por la relación con lo que es intimamente vital. En el caso del Ganges con los miles de personas que se encuentran simúltaneamente en el cruce entre dos verdades fundamentales, la vida y la muerte, tal como en la revolución chilena, aunque por causas muy diferentes.
Nietszche y Allende habrían dicho que, observando miles de personas, no nos dirigimos nunca hacia una forma cualquiera de trascendencia, sino que estamos siempre solidamente enraizados en el presente.
La cuarta es la idea kantiana según la cual un ser racional debe pensar sus propias coordinadas esenciales, los principios práticos de la propia voluntad, como si fuesen leyes universales.
Esto tiene dos consecuencias inmediatas e inevitables.
La primera es que se debe tratar de pensar siempre por el conjunto, nunca por el pequeño gruppo del cual se hace parte.
La segunda, que el contexto de referencia que define la propria identidad, la estructura social formada por los juicios de valor que toma la forma de principios objetivos (ética) y de principios hechos objetivos (leyes), es la situación concreta de vida, no una fórmula cualquiera de carácter obligatorio emanada de una autoridad trascendente con modalidades definidas por las religiones (incluso cuando estas autoridades y principios son formalmente laicos).
Deriva una conclusión: quién, a pesar de todo, piensa, es invencible.
Invencible no es, obviamente, sinónimo de vencer siempre, cosa que hoy día podrían proclamar los banqueros, sino aquel que no se dá nunca por vencido.
La derrota es siempre una cuestión personal que se liga a las vidas individuales. De donde “superarán otros hombres este momento” y “se abrirán las avenidas para hacer pasar mujeres y hombres libres”
De la crónica verifico que perdemos siempre, o casi siempre.
De los tiempos largos de la historia verifico en cambio que hemos vencido muchas de las batallas a las cuales hemos participado y continuamos a participar.
¿Se recuerdan del absolutismo, de los ungidos por el Señor, de la sacralidad del colonialismo, del apartheid, de la santificación indiscutida de la industrialización, del racismo, del nacismo, del fascismo, de Pinochet, de Videla, de Banzer?
Quiénes pierden siempre son los que prefieren pensar a las consecuencias y no a lo que se debe hacer.
Desde esta perspectiva, y desde muchas otras, Allende fue un revolucionario del siglo XX y es un revolucionario del siglo XXI.