Venezuela, los cuatro jinetes del Apocalipsis y la economía de ciencia ficción
El primero de octubre habrá una nueva reconversión monetaria en Venezuela.
En términos prácticos, se substraerán seis ceros a la derecha de la actual escala monetaria.
La nueva moneda se llamará “bolívar digital”.
Desde 2012, el bolívar se ha devaluado 3,1 billones por ciento y en 13 años se han eliminado 14 ceros.
Practicamente, el bolívar en papel no se usa.
El dólar es la divisa generalizada para las transacciones en efectivo.
Según el Banco Central de Venezuela (BCV), el formato digital del nuevo bolívar -que tendrá el mismo valor que la moneda física- “permite avanzar en la construcción de una visión moderna” de la economía y “facilita la conexión” de los venezolanos con su moneda.
El 22 de septiembre de 2021 un dólar estadounidense se cambia por 4.036.194,85 bolívares soberanos.
El billete de más alta denominación es el de un millón. Vale más o menos 0,25 dólares.
Se prevé que el 2021 terminará con una inflación del 2.959,8% acumulado.
En el 2019 fue del 9.585,5%.
Según los economistas y teóricos de la derecha, la devalución del bolívar se debe a la escasez de productos y a la emisión de dinero inorgánico.
En palabras pobres significa que el gobierno saca, irresponsablemente, más dinero a la calle para que la gente gaste, generando un incremento de los precios precisamente porque la gente gasta más.
Entre 2012 y 2018 la demanda agregada ha caído en 62%.
Por ende, la relación identificada por la derecha, es inexistente.
Los precios se han incrementado por la depreciación del bolívar.
¿Pero, por qué se depreció el bolívar?
Ciertamente disminuyeron las reservas internacionales y el precio del petróleo, pero estos hechos no explican la magnitud de la depreciación: 3,1 billones por ciento desde la muerte del presidente Hugo Chávez.
Desde un punto de vista económico, el comportamiento del tipo de cambio es anormal.
No obedece a razones económicas sino a razones politicas y de guerra.
Independientemente de lo que suceda en la economía, la devaluzción es inducida por una manipulación política en el marco de una guerra no convencional y multidimensional.
La economía es sólo una de las caras de esta guerra.
La nueva reconversión monetaria se debe al acelerado incremento de todos (o de casi todos) los precios de los bienes, servicios y mercancías desde el año 2018, cuando otra reconversión monetaria le quitó cinco ceros a la moneda.
Después de esa reconversión siguieron aumentando todos los precios salvo uno: el salario de las y los trabajadores, que no ha aumentado en la misma proporción que el resto de los precios.
Según la oposición, el nuevo bolívar digital es “una muestra del fracaso de las políticas económicas del Gobierno de Nicolás Maduro. Anuncian una nueva reconversión y la próxima entrada en vigencia del Bolívar Digital.
¡14 ceros menos no son una recuperación! Son la muestra de la destrucción económica del régimen (…) La hiperinflación seguirá galopando y, en unos meses, esta nueva reconversión terminará como las otras, en fracaso.
La solución es aplicar un programa de estabilización macroeconómica que permita recuperar la producción, sanar las finanzas y restablecer el poder adquisitivo”.
Es una falsedad teórica y real.
Desde el 2012 al 2018 (últimos datos disponibles), el consumo de los hogares venezolanos cayó en 50%.
O sea, que en el 2018 la familia venezolana consumaba la mitad de siete años antes.
Y no hay motivos para pensar que la situación haya mejorado después.
Sin duda, han habido errores del gobierno venezolano. Pero la cuestión central es otre; el robo de las propiedades venezolanas en el exterior y el bloqueo económico practicado por los EE. UU.
Para no hablar de ellos, la derecha sostiene que el gobierno está gastando más dinero de cuanto dispone para mantener prebendas y privilegios de sus burócratas y militares.
Los datos dicen que no hay incremento del gasto público.
Al contrario: el gasto público se ha reducido en 32%.
La devaluación billonaria y la inflación milenaria tienen algo de ciencia-ficción y se podrían imaginar diversas tramas novelescas inspiradas a estos datos.
El problema es que la cuenta, más que salada, la pagan los venezolanos de a pie.
Las principales voces de esta cuenta son pobreza, hambre y enfermedades.
Los muchachos de Washington aún no han logrado imponer el cuarto jinete del Apocalipsis: la guerra.
A Wall Street e alla Casa Bianca no tienen prisa.
El petróleo no se evaporará.
A la mayor parte de los venezolanos pensará, a lo mejor, el Padre eterno.